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27/8/2013
Di María se pone a cien

Di María se pone a cien

Con Bale al sol y en la sala de embarque, Di María se puso a cien en Los Cármenes y agitó al Madrid hasta ponerle frente al triunfo. De entrada le hizo despegar con un buen juego colectivo y el mando absoluto. Sin ventilar el resultado como demandaba su fútbol, el Madrid padeció al final, donde Özil, al contrario que Di María, torció el morro al ser relevado: Bale a la vista.

Hasta que se resuelva el fichaje de todos los fichajes, la sola presencia de Di María, junto a Özil el más amenazado por el galés, corrigió al Madrid de la primera jornada. El Fideo le dio otra marcha, le dio amplitud, le dio tajo y liberó de obligaciones engorrosas a chicos como Isco, Modric y el propio Özil. El grupo de Ancelotti respiró mucho mejor, tuvo fluidez, gobernó a su antojo y no se fracturó.

El fútbol es un desmentido permanente, así que el mejor Madrid no precisó de un medio centro de corpachón y con escoba en mano. Y mucho menos de dos, como era costumbre no hace mucho. Lesionados Xabi Alonso, Illarramendi y Khedira, y con Casemiro aún en la guardería, no resultó un sacrilegio que el técnico italiano entregara el timón a dos futbolistas pajarito, livianos, sin cuchillo en los dientes ni piernas de sierra. Quizá en galas de mayor enjundia necesite mayor coraza, forrarse más. Anoche, hasta el segundo tramo no tuvo urgencias.

Durante una hora, Modric e Isco llevaron el mando con una solvencia extraordinaria, mezclaron de maravilla el juego corto con la trenza larga y se las arreglaron estupendamente para el quite. Con Özil como vértice, los tres tocaron las teclas oportunas para el descorche. Di María fue el auxilio, ninguno tuvo que tapar el costado del argentino como ocurriera en el estreno liguero. El Granada no fue el Betis; tampoco el Madrid fue el mismo.

Desde el comienzo, la pelota tuvo una hoja de ruta adecuada. Iba y venía según el ritmo conveniente, en vertical o en horizontal, porque el Madrid no tiene por qué desdeñar su explosivo contragolpe, que está en su naturaleza. Pero da la impresión que con Ancelotti hay otro registro. La alineación fue elocuente: solo tres futbolistas con prototipo defensivo (Arbeloa, Pepe y Sergio Ramos). Con la batuta de Isco y Modric, el equipo advirtió que al Granada le costaba un potosí bascular. Más pendiente de Cristiano en la izquierda, se despistó con Di María, que hizo el primer roto a los de Alcaraz. A la primera que recibió con aire, dejó a Benzema a un dedo del gol tras un gran pase filtrado; a la segunda, su asistencia a Cristiano tuvo un desenlace inesperado. Insólito, una tacha del portugués en el control. Para su fortuna, el desliz lo aprovechó Benzema, autor ya de dos goles en dos jornadas.

En los mejores momentos visitantes, el árbitro, escrupuloso, invalidó un gol de Özil. Di María, que estaba en todas, había cerrado un ataque rojiblanco. Pitada la falta sobre él, dejó rodar la pelota sin demora y ajustó un servicio kilométrico para el alemán. El colegiado percibió que la pelota no estaba momificada del todo. La autoridad del Madrid era tan evidente como la palidez del Granada, sin dictado, sin descaro, con dos supuestos diques en medio campo (Iturra y Yebda) que en nada incomodaron a Modric e Isco, sin cadenas. Salvo un error madridista en un intento de contra algo atolondrado que desaprovechó El Arabi, en estos días tan convulsos para él, Diego López estuvo en paz. Si el Madrid no cerró antes el duelo fue por falta de pegada, lo que ha sido una de sus señas de identidad. Intermitente Benzema, CR se ofuscó más de la cuenta.

Al verse metido en el partido llegada la hora, el Granada tuvo otro empuje. Isco se descolgó más que en el primer tiempo, Modric se vio en soledad y el Madrid se desajustó algo. Llegó el momento del entrenador. Al socorro también acudió Di María, un fajador. Ancelotti tiró de metralla: Nacho por Marcelo, que tenía una tarjeta, Casemiro por Özil y Carvajal por el maratoniano Di María. El argentino se fue como un jabato, choca que choca las palmas con la muchachada del banquillo (anoche, Kaká y un pelotón de canteranos, Casillas incluido). Özil, despechado, aceleró hacia el vestuario solo, sin más compañía que su gesto retorcido. Secuelas del presumible efecto Bale. Su descomunal impacto alterará el ecosistema, para bien o para mal.

Hasta entonces, ya con el Granada con las luces largas, el Madrid perdió algo el hilo, colgado de Cristiano, que batallaba por su cuenta, y sometido a la ruleta. Lo pudo pagar si el árbitro hubiera interpretado de otra manera un atropello de Casemiro a Buonanotte dentro del área madridista. No fue así y el Madrid se fue con los tres puntos, casi de forma calcada al Barça en su tránsito por Málaga. Por ahora, a excepción de los azulgrana con el Levante, ninguno ha encontrado paseíllos como se prevenía. Ambos necesitan ajustes. Ambos aún se buscan. Unos a Messi y a Neymar. Otros a Bale...

Fuente: elpais.com

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